Paralelamente al incremento demográfico de los últimos 50 años ha habido un aumento en el número de coches relacionado al crecimiento del número de carreteras construidas.
El betún está sustituyendo las forestas y las zonas húmedas, el esmog está sustituyendo el aire limpio, los ruidos del tráfico están sustituyendo la paz, el paisaje urbano está sustituyendo el rural. Los ecosistemas son destruidos por las carreteras y los sistemas que gobiernan la vida se adaptan o son destruidos.
Las ciudades son dominadas por los coches, que son parte del problema de la urbanización, y son proyectadas para favorecerlos. Las carreteras principales de gran comunicación cortan las ciudades y separan las comunidades. El desarrollo incontrolado de las ciudades implica la extensión de la red de carreteras en las campañas, con más tráfico, ruido y contaminación del aire.
Gran parte del gasto público es destinado a apoyar los coches a a subsidiar los transportes privados. Las ganancias procedentes de telecámaras para el tráfico, tarifas de los aparcamientos y multas en todo el mundo ascienden a miles de millones de dólares, una enorme entrada para los gobiernos, desanimando por lo tanto el cambio del transporte privado al público.
Políticos y urbanistas consideran que podemos solucionar los problemas del tráfico construyendo aún más carreteras, pero ha sido demostrado que eso no funciona: si se construyen aún más carreteras, la gente comprará aún más coches, y se tendrán que construir aún más carreteras.
Investigaciones han demostrado que la dependencia del coche nace cuando somos pequeños y es determinada por las elecciones de los padres por lo que se refiere a los trasportes y por el contexto social que promueve una cultura del coche. Como individuos podemos solucionar el problema mudándonos a una zona de la que podemos ir a pie al trabajo, o acompañar a pie a nuestros hijos a la escuela. Podemos ir en bici o coger el autobús, compartir el coche con otras personas que recorren el mismo camino, y usar el teléfono e internet para reducir los desplazamientos en coche. Se podría usar más a menudo internet para trabajar desde la casa. Podemos fundar o unirnos a organizaciones que ya existen para hacer cambiar la política de las administraciones, y sumarnos a las ‘Asociaciones de Peatones’ para oponernos a los poderosos grupos de interés de las carreteras y restablecer los derechos de los peatones.
Podemos insitir para que nuestro gobierno invierta más en el transporte público, estimulando a la gente a utilizarlo, por ejemplo ofreciendo tarifas descontadas o servicios más numerosos y más frecuentes. Podemos pedir al gobierno que cierre el centro de las ciudades al tráfico, a excepción de autobuses y vehículos en servico, y converncerlo a construir más carriles de bicicletas, carriles para autobuses y zonas peatonales.
Las CarreterasParalelamente al incremento demográfico de los últimos 50 años ha habido un aumento en el número de coches relacionado al crecimiento del número de carreteras construidas. El betún está sustituyendo las forestas y las zonas húmedas, el esmog está sustituyendo el aire limpio, los ruidos del tráfico están sustituyendo la paz, el paisaje urbano está sustituyendo el rural. Los ecosistemas son destruidos por las carreteras y los sistemas que gobiernan la vida se adaptan o son destruidos. Las ciudades son dominadas por los coches, que son parte del problema de la urbanización, y son proyectadas para favorecerlos. Las carreteras principales de gran comunicación cortan las ciudades y separan las comunidades. El desarrollo incontrolado de las ciudades implica la extensión de la red de carreteras en las campañas, con más tráfico, ruido y contaminación del aire. Gran parte del gasto público es destinado a apoyar los coches a a subsidiar los transportes privados. Las ganancias procedentes de telecámaras para el tráfico, tarifas de los aparcamientos y multas en todo el mundo ascienden a miles de millones de dólares, una enorme entrada para los gobiernos, desanimando por lo tanto el cambio del transporte privado al público. Políticos y urbanistas consideran que podemos solucionar los problemas del tráfico construyendo aún más carreteras, pero ha sido demostrado que eso no funciona: si se construyen aún más carreteras, la gente comprará aún más coches, y se tendrán que construir aún más carreteras. Investigaciones han demostrado que la dependencia del coche nace cuando somos pequeños y es determinada por las elecciones de los padres por lo que se refiere a los trasportes y por el contexto social que promueve una cultura del coche. Como individuos podemos solucionar el problema mudándonos a una zona de la que podemos ir a pie al trabajo, o acompañar a pie a nuestros hijos a la escuela. Podemos ir en bici o coger el autobús, compartir el coche con otras personas que recorren el mismo camino, y usar el teléfono e internet para reducir los desplazamientos en coche. Se podría usar más a menudo internet para trabajar desde la casa. Podemos fundar o unirnos a organizaciones que ya existen para hacer cambiar la política de las administraciones, y sumarnos a las ‘Asociaciones de Peatones’ para oponernos a los poderosos grupos de interés de las carreteras y restablecer los derechos de los peatones. Podemos insitir para que nuestro gobierno invierta más en el transporte público, estimulando a la gente a utilizarlo, por ejemplo ofreciendo tarifas descontadas o servicios más numerosos y más frecuentes. Podemos pedir al gobierno que cierre el centro de las ciudades al tráfico, a excepción de autobuses y vehículos en servico, y converncerlo a construir más carriles de bicicletas, carriles para autobuses y zonas peatonales.
| |